Realismo Corrosivo: lo bello, lo ético y el otro en la obra de Joel Peter Witkin
- María Eugenia Sasia
- 27 jul 2022
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 28 jul 2022

El realismo corrosivo, como corriente estética, es frecuentemente rechazado por el público por el fuerte impacto que genera en la sensibilidad. Es cuestionado y juzgado desde los códigos de la moral y se lo acusa de apelar al morbo y a lo repulsivo con técnicas y métodos que ponen en duda la integridad ética de su creador. Sin embargo, este rechazo tiene que ver con la necesidad de negar realidades y ocultar verdades sobre las que no se desea pensar. Joel Peter Witkin, fotógrafo estadounidense, trabaja sobre esta línea estética y sobre una línea filosófica interesante que desmitifica y pone sobre la mesa esa realidad que se esconde bajo la alfombra. Lo bello, lo ético y el otro son ejes en su obra y sobre ellos Witkin basa su compromiso con el mundo, en un intento por generar cambios en los paradigmas excluyentes que la sociedad sostiene, determinando así los ideales de belleza y normalidad.
¿De qué hablamos?
Como movimiento artístico, el Realismo Corrosivo, trabaja con representaciones de
una realidad cruda, apoyándose sobre conceptos existenciales de la condición humana y presentándolos desde una perspectiva que generalmente se intenta evadir. Este tipo de arte roza lo macabro y lo morboso por lo que es muchas veces repulsivo y en consecuencia repelido. Es una expresión de lo intenso. Muestra y genera situaciones, emociones y sensaciones en ese tenor. La piel de gallina, el asco, el escalofrío, la repulsión, el repudio, el miedo. El público se encuentra frente a obras que tienen como tema la carne, la sangre, los huesos, la descomposición, la muerte, la sexualidad, el erotismo, entre otros, que no hacen más que poner en imágenes, vomitivas e indignantes para muchos, la real existencia humana.
Es un movimiento que encierra una vasta cantidad de temas para el análisis filosófico y ético, porque tanto el discurso visual, como el mensaje y algunas técnicas que se utilizan, toca los puntos más sensibles del inconsciente colectivo sobre lo que es considerado bueno o malo, bello o feo. Es además eje de grandes controversias que surgen porque lo que generalmente analizamos, discutimos o damos a opinión de forma oral o escrita, siempre es presentado de manera formal y cuidadosa, lo que imaginamos de estos temas no queda expuesto; en cambio, en el arte, la expresión visual deja al descubierto lo que muchos fantaseamos pero no nos atreveríamos a contar o decir. Esta incapacidad de expresar sin miedos ni represiones éticas lo que pensamos hace que frente a estas obras nos sintamos expuestos, y en consecuencia lo rechazamos para no quedar en evidencia frente al otro.

Dentro del mundo del arte contemporáneo encontramos referentes indiscutibles de lo corrosivo, desde Gunter Von Hagens con sus técnicas de plastinación del cuerpo humano, pasando por Damien Hirsch y sus embalsamamientos, o Erik Johanson con sus fotografías surrealistas, hasta los referentes nacionales argentinos como Norberto Gómez, Alberto Heredia o Nicola Constantino, entre otros tantos.
Instalaciones de Damien Hirst
En esta nota, en particular, retomo la obra de Witkin, porque en ella el artista no reproduce la humanidad descompuesta, si no que la utiliza como objeto de sus composiciones y así , partes desmembradas del cuerpo humano, cadáveres de las morgues y personajes con malformaciones y marginados sociales que encuentra a través de clasificados, se transforman en imágenes fotográficas, sin retoques digitales, en el que un paisaje visual espeluznante presenta la decadencia de la carne y la vida corroída por la muerte.
Reseña Biógrafica del Artista

Joel-Peter Witkin, es un fotógrafo estadounidense, nacido el 13 de septiembre de 1939 en Brooklyn, Nueva York. Hijo de padre judío y madre católica, sufrió de muy joven el divorcio de sus padres debido a las irreconciliables diferencias religiosas entre ambos. Estas relaciones conflictivas en su familia serían más tarde influencia para sus obras. Sus primeras fotografías las hizo a los 16 años, para su hermano gemelo Jerome, quien era pintor en una feria.
Según el propio Witkin, su fascinación por lo macabro habría surgido cuando, a los 6 años, presenció un accidente automovilístico en el que la cabeza de una niña rodó a sus pies. Dentro de sus primeros trabajos con la fotografía fue técnico en un estudio especializado en el proceso Dye Transfer, y más tarde asistente en dos estudios fotográficos. Entre 1961 y 1964, trabajó como fotógrafo de guerra en la Guerra de Vietnam. Y en 1967 decidió trabajar de forma independiente, convirtiéndose en el fotógrafo oficial de City Walls Inc.
Más tarde estudió escultura en la Cooper School Of Fine Arts de Brooklyn donde consiguió un título en artes en 1974. Y luego de que la Universidad de Columbia le concediera una beca terminó sus estudios en la Universidad de Nuevo México en Albuquerque donde consiguió su Master en Bellas Artes.
Sus influencias del mundo del arte son, en primer lugar, su artista favorito el Giotto, y luego Arcimboldo, el Bosco, Goya, el Surrealismo de Max Ernst, el arte Barroco, el arte gótico y la estética de los daguerrotipos.
Sobre su obra y metodologías
Joel-Peter Witkin trabaja solo. Comienza siempre con un boceto, dibujando. Elige la idea, el tema, los objetos, el lugar y la ambientación que desea para la toma que va a realizar. La decoración, la ornamentación y los elementos para la personificación del retratado son pensados en función de generar siempre una atmósfera teatral que recree obras clásicas o haga alusión a ellas. De la misma manera que se encarga minuciosamente de buscar y escoger máscaras, telones, flores, antifaces, Witkin va al encuentro de las personas que va a fotografiar, y para esto publica clasificados o visita las morgues de México.
Todos los protagonistas de sus obras son personas con malformaciones, tullidos, amputados, hermafroditas, andróginos, enanos, personas con cicatrices, y cadáveres disecados o partes de ellos.
Una vez tomada la foto, Witkin la modifica a su gusto, realizando intervenciones por medio de las cuales agrega, quita o superpone las imágenes. Este trabajo de collage es realizado a través de procesos de laboratorio fotográfico de revelado, con preparados químicos en los que altera el negativo de forma directa, inclusive rayándolo, raspándolo y manchándolo. Ninguna de sus fotografías es intervenida de manera digital, por lo que el proceso para llegar a una única copia puede llevarle varios días.
La estética final de sus obras es de características pictóricas y recuerda al daguerrotipo y al ambrotipo, son fotografías siempre en blanco y negro de un alto contenido simbólico y alegórico. Entre los temas recurrentes de su obra se encuentran el sexo, la muerte, la soledad, el rechazo y la deformación, en otras palabras la decadencia humana en términos de nuestra cultura. Por otro lado, cabe mencionar que la obra de este artista no ha sufrido cambios
sustanciales en su concepción conceptual o estética a lo largo de los 20 años en que se
viene desarrollando.
Ética y Estética
La obra de este artista despierta grandes controversias. Se lo acusa de loco, macabro, morboso y oscuro. Frente a códigos morales instalados estas opiniones son fiel reflejo de lo que en primera instancia y frente al primer impacto se suele responder sin analizar en profundidad. Pero como todos sabemos, la determinación de lo bueno y lo malo se realiza desde la sociedad y son generalmente las estructuras de poder quienes deciden que es aceptado y que no. A partir de ahí todos seguirán la línea ética del poder o de la mayoría para no quedar excluidos, sin embargo mucho de lo que queda afuera no sólo sigue formando parte de esa sociedad si no que además es válido.

En el caso de la obra de este artista el cuestionamiento ético surge y recae con mayor fuerza por la utilización que hace de cadáveres, pero también en las fuertes y explícitas referencias que hace sobre la ambigüedad sexual y las malformaciones físicas, que aún hoy, aunque sorprenda, siguen siendo tema de debate, repudio e incluso de indignación.
Todo aquello que existe y es ignorado busca su voz y espera ser tenido en cuenta y en este punto el arte cumple su función más importante. Joel Peter Witkin demuestra ser un artista comprometido que desde una estética de un alto voltaje corrosivo se anima a mostrar el mundo desde una mirada que dista mucho de verse influenciada por los parámetros éticos y estéticos de la sociedad contemporánea. Contar a través de un cuerpo inerte la decadencia humana, no es más ni menos ético que la decadencia de aquellos que se someten a la mutilación consentida de las cirugías estéticas.
En su libro “Una Estética” Marta Zátonyi dice:
"En nuestro mundo, en nuestro tiempo, conviven, mezclándose, dos éticas. Una es la ética del tener, la ética de la sociedad de consumo, la ética de devorar sus productos y los conocimientos y actuar determinados por ellos, pero no digerir y no elaborar. La otra ética es la responsabilidad civil, la lucha por reconocer y reconocerse y actuar a partir de allá."
Pues bien, Witkin opta por la segunda ética y asume esa responsabilidad civil, que menciona Zátonyi, de reconocer y reconocerse, de ver, sentir, percibir y responder desde su propio ser, generando una opinión personal e íntegra que ofrece al resto de la sociedad con la libertad y la valentía que le da el saberse dueño de sus propias ideas. Y con esta acción pretende que el observador despierte. Sus imágenes son el cachetazo visual que intenta despabilar a los que por "éticos" rechazan lo que es diferente y que, por dejarse dirigir por la masa, se vuelven antiéticos y discriminadores, ciegos de espíritu, superficiales.
En su obra, el debate del bien y el mal no es un paralelismo entre lo bello y lo feo, no existe en ella esa correlatividad bueno = bello y malo = feo, y por esto sus esfuerzos artísticos se concentran en dignificar y extraer otra idea de belleza, de bondad, de unos seres más cercanos socialmente al mal por una suerte de ética enraizada en una moral no transgresora.
"Cuando hago una foto es sobre algo que existe en la vida que es difícil de entender. No es una explotación de nadie sino una forma de entender la lucha de esos personajes en la vida. Me comprometo con determinado sujeto o tema. No es una terapia, sólo quiero comprometerme de la forma más humilde y sincera, y ahondar en cual es la parte más profunda de quien fotografío."
Joel-Peter Witkin
Lo Bello y Lo Feo

Diderot escribe:
“La naturaleza no hace cosas incorrectas. Todas las formas, [...] tienen su razón de ser.”
Esta frase sirve de alguna manera para explicar sobre qué parámetros de belleza está parado Witkin, y es que para él tanto lo que es bello, porque no nos genera rechazo, porque no nos genera asco, porque podemos aceptarlo sin sobresaltos; como lo feo, que nos moviliza, que nos impacta o nos atormenta, deben pasar por el tamiz de la observación que nos enfrenta a buscar la razón de ser de las cosas existentes. Lo bello y lo feo deben cuestionarse siempre para en ellos encontrar las respuestas que necesitamos para decidir que acepto y que no de lo que la realidad ofrece.
Retomo nuevamente un fragmento extraído del libro “Una Estética” de Marta Zátonyi:
“[...] El monstruo no es otra cosa que lo diferente, lo que no está contemplado dentro del orden... cuando el monstruo llega a ser amable, ya no es monstruo, ya no es diferente, sino que es el orden... ¿Pero que pasaría sin monstruos, sin la disonancia, sin lo feo? Ante todo el arte perdería la dinámica, la tensión y se petrificaría para siempre [...]”
Lo feo, lo doloroso de la existencia humana, como la muerte y la soledad que genera la exclusión, que son los temas recurrentes de la obra de este artista, no podrán nunca dejar de ser el tormento que para el hombre son, pero que éste pueda enfrentarse a ellos, mirarlos de frente y explicar la razón por la cual existen le permite ver en la oscuridad, y es a través de la luz de la razón que el ser humano frente a lo feo ya abandone el miedo, dando lugar a la aceptación.
Witkin nos enfrenta con nuestros monstruos. Su obra encierra la paradoja de una estética profesional cuidada, de técnica exquisita, sintaxis armónica y formas bellas enfrentadas a personajes, elementos y atmósferas que representan la muerte, la carne podrida, las cicatrices, las deformaciones, las mutilaciones. Lo bello y lo feo conviven en su obra fusionándose uno en función del otro, lo bello es bello porque lo feo está ahí y viceversa. Y esto no sólo dentro de cada una de las fotografías, también en cuanto repite y diferencia a éstas con referencias directas de otras obras clásicas del arte, como el nacimiento de Venus de Boticelli recreado con inteligencia a través de una Venus Transgénero.

Aprender a ver, observar con los ojos del corazón y percibir con cada una de nuestras fibras más sensibles. Mirar para aprehender, para pensar, para conocer, para comprender y aceptar. Usar nuestras capacidades para ir más allá y no permitir que la corriente nos lleve. Elegir y decidir. Ese es el fin último que las obras artísticas, como la de Joel-Peter Witkin persiguen, y que son del mayor compromiso que un artista pueda asumir.
La Alteridad
Somos a partir de la existencia del otro. Negarlo es negarnos a nosotros mismos. Sin embargo frente a lo diferente, frente a aquello que no se ajusta a los cánones de belleza a los que estamos acostumbrados, damos vuelta la cara y miramos hacia otro lado, somos indiferentes.
El trabajo de Witkin, desde siempre, se ha basado en esa presencia del otro que muchos no se atreven a aceptar. Sus enanos, sus tullidos, sus muertos, sus transexuales representan todo lo que de alguna manera llevamos dentro, todo lo que podíamos haber sido, todo lo que potencialmente podríamos ser, y eso nos espanta. Sin embargo, están allí. Esa presencia de lo diferente perturba, pero cada individuo se construye a partir de la mirada del otro y sólo porque lo diferente existe es que podemos construir nuestra identidad.

En las fotografías de Witkin, lejos de poner al otro como motivo de burla y espanto, lo grotesco es considerado desde su razón de ser, desde su esencia misma, con el mismo respeto y la misma compasión con que se trata a cualquier persona “normal”. Aquí el otro no está ahí para hacernos sentir mejor, está ahí para ser reconocido, para que dejemos de negarlo. Están ahí para que nos enfrentemos con nuestros propios monstruos, desterrando el paradigma de la apariencia para imponer el de la esencia.
Estas imágenes son el reflejo de todo aquello que en nosotros mismos no podemos reconocer y de una manera magistral, valiente y comprometida este artista lo convierte en arte, en discurso latente.
En su libro “Arte y Creación”, Marta Zátonyi escribe:
“[... ] Junto a la tendencia de homologación, el Otro se hace más presente y demanda por su derecho a ser reconocido como diferente, por la necesidad de no diluirse en la voluntad igualitaria de nadie, de adquirir y sostener su entidad autónoma. El individuo es portador de diferencias. Y porque lo diferente es perturbador, puede ser visto - es visto - como amenazante, como peligroso. Sin embargo, la identidad sólo es pensable frente a lo que es diferente[...]”

Y sobre este tema Joel Peter Witkin dice:
"Cuando hago una foto es sobre algo que existe en la vida que es difícil de entender. No es una explotación de nadie sino una forma de entender la lucha de esos personajes en la vida. Me comprometo con determinado sujeto o tema. No es una terapia, sólo quiero comprometerme de la forma más humilde y sincera, y ahondar en cual es la parte más profunda de quien fotografío."
Ponerse en el lugar del otro, ver con los ojos del otro, intentar sentir y comprender el dolor del otro, eso hace este artista. Que intentemos llegar a la comprensión y a la aceptación con la ayuda de la presencia del otro, aunque incomode y ponga en cuestión todos nuestros prejuicios, y es que la luz no se encuentra sólo en aquello que provoca placer.
Síntesis
En la obra de Joel-Peter Witkin nos encontramos con la crudeza propia y características del realismo corrosivo, no sólo en su estética si no también en su base conceptual y filosófica.
Esta obra no tiene como único fin provocar o molestar al observador desde una rebeldía sin causa. Las violentas sensaciones que generan estas imágenes, cuando entramos en conocimiento de que el artista manipula muertos, el desagrado que sentimos frente a lo deforme, son una sacudida a nuestras emociones y a nuestras sensaciones, porque es a través del impacto que muchas veces logramos despertar de la eterna siesta en que dormimos amparados por lo códigos morales que nos ofrece el sistema.
Esta obra nos muestra la realidad de una manera cruda, desafiando con coraje cualquier preconcepto que tengamos de lo ético, lo bello y lo diferente. Nos desafía a enfrentarnos con todo aquello que despreciamos por encasillarlo en los términos de la maldad, la monstruosidad, la mugre, lo extraño, lo indecible.
"Estamos viviendo en un tiempo muy escapista, estamos estresados y cada vez tenemos menos tiempo para pensar en cosas filosóficas, teóricas o incluso espirituales. Hay tantas cosas ahí fuera (TV, revistas...) que si intentamos aceptar todo lo que vemos a cada momento, nos queda poco tiempo de ser introspectivos y de compartir esa introspección. Creo que debe haber un espacio para las cosas importantes, hace falta una imaginería más densa y con significado más profundo.
Yo hago este trabajo porque quiero compartir algo, no porque yo necesite expresar algo para terminar con mis problemas, necesito establecer una conexión entre la vida y lo que la representa en un ámbito mas elevado y profundo espiritualmente. Porque somos espirituales, somos materia y espíritu y quiero combinar esos dos factores de la vida." - Joel Peter Witkin.
Conclusión
Estamos en este mundo para trascender, para dejar algo de nosotros en él. Witkin asume esta mística con la valentía y el coraje que tienen aquellos artistas comprometidos con el mundo y que asumen su rol de materializadores de lo que puja por ser dicho. Rol que asume con responsabilidad y cordura, desde una posición consciente y profunda de los temas que toma para su obra.
La mayoría del común denominador social, lo tilda de loco, macabro y perverso porque ven en sus obras lo que ellos quieren ver, porque no van más allá. Y en ese rechazo demuestran con increíble evidencia lo sucio de sus propios pensamientos. Poder apreciar la belleza de estas imágenes por lo que cuentan, más allá de lo que muestran es reconocer que la realidad no siempre es lo que queremos que sea, es dejar de vivir en la fantasía de la perfección como sinónimo de felicidad, es abrir la cabeza y comenzara pensar por nosotros mismos.
Estas son las obras que nos permiten preguntar y quitarnos el velo que nos impone la sociedad contemporánea. ¿Bueno, ético para quién? ¿Bello para quién? ¿Para mí? ¿Malo por qué? ¿Hablo y pienso sobre esto desde mi o por boca de lo que otros han dicho? ¿Realmente me he puesto a pensar que es para mi la belleza o que representa lo feo en mi vida?
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